12.10.06

perfect day

Este post ya no es el que iba a ser cuando pensé en escribirlo. Aunque el título le queda mejor ahora. Antes era un tanto obvio. Ahora tiene algo de autoironía que lo hace mas adecuado para lo que voy a contar.
Ayer despues de un año finalmente fui a hacer ese trámite nada menor que tanta paja me venía dando hasta la fecha. Digamos que el día no había arrancado bien. Que me sentí embotado por la mañana, que tenía el cuerpo dolorido, que me costó levantarme, que camino al colectivo me llevé un poste por delante de puro idiota. Nimiedades.
Pero digamos tambien que por la tarde, concluido el mentado trámite, entré a una librería que me quedaba de paso. Y gloria de glorias, encontré ahi ni bien entré, un libro por el que ya me había aburrido de preguntar, en esa misma librería y en tantas otras. "Middlesex" de Eugenides, altamente recomendado por varios recomendables lectores, incluida la señorita Sensini, en la oportunidad en la que honró mi anterior blog con una única e ilustre visita, altamente disfrutados los fragmentos a los que pude acceder en el blog de las lectoras.
Sobre las dificultades de encontrar libros de este autor en los ultimos tiempos, no hace falta ilustrar a los habituales de librerías porteñas. Los que no sean de esta clase, en cualquier caso, dificilmente entenderán lo que estoy contando.
Pero ciertamente, ahi estaba "Middlesex", nuevito además, de milagroso y reluciente amarillo huevo y por solo 39 pesos, aun cuando yo me encontraba dispuesto a soltar por el lo que quisiera el cobrar vendedor .
Luego de pagarlo, y demorando deliberadamente el placer de comenzar a leerlo en cualquier bar, crucé Las Heras para conocer por dentro ese llamativo edificio de estilo neogótico (corrijanme los arquitectos) sin cúpula, frente al que tantas veces me tomé el 118. Ese que, entiendo, es sede de alguna facultad de Ingeniería o algo por el estilo. Y ya que estaba con ganas de caminar despues di unas vueltas por la zona, y de pasada compré tambien en otra librería de por ahi un libro de un tal Sebastian Faulks, de quien desconozco todo, salvo que el ejemplar del libro que adquirí es decididamente feo, tan feo como puede hacerlo la editorial que saca a la calle la revista Gente. Pero despues de todo, tenía el tenue recuerdo de haber escuchado a alguien elogiandolo, estaba en oferta y, principalmente, sintiendome tan afortunado me creia incapaz de errar. Por razones mas o menos similares me llevé tambien uno de Loriga.
Asi pues volví a casa, me hice un cafe, puse un disco, mandé a la mierda a Palahniuk a la mitad de "Asfixia" y me devoré de un saque las primeras cuarenta páginas. ¿Y saben que? me gusta, mucho mas incluso de lo que esperaba.
Y me sentí lo suficientemente contento como para escribir un post al respecto. Un post que no le iba a interesar a nadie, solo a mi que tenía ganas de contarlo.
Hasta que se me ocurrío hojear un poco mas el libro mientras fumaba un cigarrillo. Me resultó un poco raro ver a la pasada unos considerables espacios en blanco. Asi que empecé a mirar con mas cuidado. Para ser minucioso en el dolor: las páginas 98, 99, 102, 103, 105 106, 110, 111 114, 115, 118, 119, 122, 123, 126 y 127 están en blanco, faltan. Me gustaría pensar que es una broma del autor, al mejor estilo Laurence Sterne, pero es dificil creerse semejante cosa. Me gustaría pensar que lo puedo cambiar en el local, pero de pedo tenían ese ejemplar, no va a haber otro en siglos. Y no lo voy a cambiar por otra cosa, eso jamás. Esta version fallada es, en cualquier caso, mejor que nada. Y tampoco se aun que carajo voy a hacer cuando llegue la página 98. Es claro que voy a leer hasta ahi. Es claro que me resulta sumamente incómodo tanto detener la lectura en ese punto a la espera de que aparezca otro ejemplar como seguir leyendo habiendo salteado ese número considerable de páginas.
Algo similar me había pasado hace no mucho tiempo con "La montaña mágica". Trescientas páginas llevaba Hans Castorp devorando con la mirada, en silencio, a Cladvia Chauchat. Y cuando finalmente conversan, la noche anterior a que ella abandone el sanatorio, ¡El dialogo entero estaba en francés! ¡Páginas y páginas en francés!. El traductor no se habia dignado a pasarlas a la lengua castellana en una nota al pie. Claro, era una edición para gente culta, traducida directamente del aleman, no como la otra porqueria que se consigue en las mesas de saldo, recortada, feamente traducida del francés, y no directamente del alemán. En esta edicion no apta para ignorantes como yo, allí donde el autor escribió en francés en la edicion original, alli solo francés habrá.
En fin, ese problema tenía una solucion sencilla. Me bajé de internet una version traducida de la edición francesa y santo remedio, con cierta demora pude saciar mis ansias.
¿Pero ahora?. ¿Donde carajo consigo una edicion degital del libro de Eugenides, siquiera en ingles? Si fuera asequible ya la tendría.
Ahora a duras penas puedo evitar un regusto de amargura cuando lo leo, me sucedió ya esta mañana, en el subte. No puedo evitar una leve punzada en el estomago a medida que me acerco a la página 98, el primer blanco, el primer agujero negro de sentido.
Creanme que es desagradable.
Realmente lo es.
Perdonen este exabrupto lastimero. Es todo lo que tengo para decir.

2.10.06

progre

Sabiamos que era una comida de mierda, nos lo habia avisado mi suegro. Pero el dueño de casa es amigo y no da para cagarle la comida, el tipo no pudo dejar de invitar a cierta gente y no tiene porque responder ante nosotros por sus relaciones.
"Ok" digo yo, que la verdad tengo mas ganas de quedarme en el cuarto de hotel leyendo, pero no tantas como para hacer frente a la cara de orto que pondrá Julia si me quedo.
Asi que vamos, los cuatro: mi suegra siempre tan sensata, de razonable buen talante; mi suegro parco pero cortés, conforme al estilo que le gusta gastar; Julia temiendo por mi humor; yo, temiendo por mi humor.
A los osados ayuda fortuna, a mi no, al menos no en la distribución de asientos. Quedo frente a quien en las explicaciones previas que me fueron dadas fue sindicado como uno de los principales personajes desagradables de la noche. Cincuentón, "empresario" de clase media, pro milico, escasamente instruido en cuestiones sensibles, hablador quejoso, un rezongón agrio, siempre dispuesto a blandir su indignación, a soltar incontinentemente sus opiniones furcias. Bueno, no me lo describieron así ,claro, pero tampoco tan distinto, y esa es la impresión que llego a formarme a poco de estar sentado a la mesa.
No me gusta lo que sirven de entrada (que raro), no quiero tomar vino porque despues no duermo en el viaje (salimos a la madrugada), no tengo cigarrillos y no hay a quien manguearle (Julia no fuma delante de los padres). Asi que no hay mucho que hacer, y ya saben como me molesta estar callado.
Asi que tras la sumaria conversacion que cruza con mi suegro el indeseable se entera de que tanto Julia como yo somos abogados, y por mera contigüidad supongo, elije dirigirse a mi para continuar la charla (pienso que no debo parecer abogado asi vestido a desgana, con esta barba y estos pelos, con la cara de pendejo loco) y me dice "asi que abogado, igual que mi sobrino... trabaja en el la parte de legales del eichesbisí, el banco, viste? (y me dice el nombre del mentado sobrino esperando que lo conozca como si uno pudiera reconocer alegremente a todos sus colegas por las mentas) siempre le gustó la parte empresarial" (que bueno! una rata igual que vos, cooptada por el sistema, cuanto me alegro). "Y vos a que te dedicas?". Le digo que trabajo en un programa de fortalecimiento institucional de una ONG... (hasta ahi mira con cara de no entender, asi que sigo la frase y le digo -adivinando el gesto hacia el que me dirijo- que hacemos un monitoreo sobre la actividad de una comision parlamentaria, encargada de...). Y a esta altura ya empieza a entender, no exactamente que hago, pero si de que palo vengo a ser, en una palabra, de alguna manera lo que le digo le suena a speech zurdo clásico, la respuesta lo decepciona. Es un tipo algo educado despues de todo, pero los reflejos le fallan y por un momento se le pianta el gesto de desprecio, luego lo domina y mientras mi frase queda en veremos vuelve a hablar de su sobrino y de su actividad, puesto que parece ser él el que hace algo serio con su título. Pienso en que mi mamá no estaría tan en desacuerdo con esta idea -supongo que eso explica la pequeña arcada ácida que me sobreviene, porque todavía lo probé bocado. Algo impide que este infeliz interrogatorio se haga extensivo a Julia (que no ha escuchado nada, pues mira para el otro lado lidiando con una vieja que debe ser igual de chota, pero que como tema prefiere el recuerdo de como era mi mujer de chiquita y todas esas pelotudeces con las que se entretienen las viejas). Alguien llama al indeseable desde el otro extremo de la mesa. Para cuando vuelve, ya me entretengo en la disección del plato principal, con la mirada fija en los dibujos del mantel. El indeseable saca a relucir un tema del que evidentemente le gusta hablar: lo bien que está Salta (provincia en la que hoy en dia reside y donde tienen sede sus negocios), de la excelente gestion del gobernador Romero (si claro, el compañero de formula de Menen en el 2003, de ese Romero habla. Ahora si lo escuchó Julia, y se le ve en la cara que ya está indignada con el tipo, pero no es buena confrontando, esa es mi labor, yo soy el boga peleón y discutidor del que ella se enamoró, asi que me mira esperando que haga algo. Pero a mi me faltan las fuerzas, que quieren que les diga. Aun así hago tripas corazón e intervengo en la conversación señalando -con el tono irónico/falsamente educado/burlón que tan efectivo resultaría en una disputa porteña- que las comunidades aborígenes de la region no deben ser de la misma opinión (aclaracion necesaria: en Salta, Romero se ha cagado en la propiedad comunitaria de la tierra de los wichis y esta haciendo en ellas lo que se le canta el culo, me gustaria dar mas detalles concretos del caso pero no los sé, esto es todo lo que me he calentado en preguntarle a los colegas que laburaron el tema).
El auditorio es tal como era dable esperar: desfavorable cien por cien. A nadie de los que escuchaban perorar al indeseable parece importarle un carajo la suerte de unos indios de esa provincia lejana de la que el invitado (un viejo conocido de la casa y de los demás convidados) habla tan bien. Asi que me miran, miran a ese porteño del que acaban de tener noticia, el marido recien estrenado de la ex nena de grandes rulos negros que vino con la familia a visitarlos despues de tanto tiempo. Miran con la extrañeza de quien entiende lo que ha escuchado pero no termina de comprender que tiene que ver con la conversación. Es una excelente oportunidad para que el indeseable la emprenda contra esos indios vagos que no quieren trabajar y bla, bla, bla. Lo hace, claro que si, esta gente nunca deja pasar esta clase de oportunidades, en el lugar comun juegan de locales siempre. Asi que son todos vagos ("que impertenencia de su parte no querer dejarse explotar en tu fabrica del orto") asi que esas indias sucias que no se cansan de parir ("y tan útiles y baratas que resultan en cambio como sirvientas, lastima que sean tan ladinas, que haya que tenerlas cortitas") asi que pese a los esfurezos de la administración local la mano de obra deja tanto que desear ("mira vos, hijo de puta"). Me cago dios, pienso todo esto pero no se como decirlo sin que el siguiente paso de la conversacion sea mandarlo a la mierda o decirle que le voy a bajar los dientes. Ya perdí de antemano en esta discusión, y no quiero ser el pendejo impertinente de la noche, a eso me comprometí. Asi que por eso -amen de que me falla el ánimo- paso de discutir. Pero Julia me mira esperando que lo haga, y yo pongo cara de que no vale la pena y que ya tiré la toalla, y ella adopta gesto desencantado y se morfa solita la indignacion. La cosa sigue y pasa y yo me quedé en el molde, la cosa es indigesta asi que apenas como, apenas hablo, apenas soy. La conversacion sigue, alguien habla de un avion con militares que ha caido, no ha habido bajas o heridos al parecer. "Una desgracia sin suerte" dice mi suegro y nos redime a todos. El comentario pasa sin que apenas lo agarre alguno de los presentes, pero nosotros si lo captamos, porque conocemos los modos de ese señor de humor fino y pocas palabras y porque estamos necesitados de consuelo.
No hay de donde sacar energías para resultar simpático despues de esto. En lo que queda de reunion despacho las conversaciones que surgen con monosilabos y muecas de desinterés, me guardo la reserva de estoicismo para bancarme la cara de Julia sin echarme a llorar. En el hotel meto las cosas en la mochila sin ton ni son. Julia ha vuelto a su modo amable y trata de conversar, pero en el fondo de sus ojos leo (o flasheo paranoico) un ápice de desprecio.
En fin, vuelta a Buenos Aires, como era de esperar, sin hablar y sin dormir. Ni la luz ni la concentración me alcanzan para retomar a Leavitt. Mi suegro maneja con la vista clavada en la ruta. Mi suegra duerme. Julia duerme. La radio dice que mañana habrá lluvia en Buenos Aires. Yo la veré desde la ventana de la oficina. Al parecer, las ganas de llorar van a durar un buen rato.