moco
Doblando la esquina me entró a picar la nariz y me la rasqué como pellizcándomela. Advertí que tenía un moco y me lo saque con el índice. Una bolita brillante y pringosa en la punta del dedo. No me gustan los mocos, así que mientras caminaba miraba para un lado y para el otro, buscando con cierta premura donde pegarla disimuladamente. Y entonces que cai en la cuenta de que, en realidad, no hacían falta ni la premura ni el disimulo. Recordé que me dirigía hacia el supermercado. Y en un supermercado esta bien visto tocar. Así que destiné la media cuadra que quedaba hasta el Disco a pensar en que producto iba a dejar mi infame testimonio. Una naranja, un paquete de galletitas de agua, un portarretratos made in china, unas milanesas supercongeladas eran opciones tentadoras. Pero me incliné provisoriamente por una botella de vino de las caras. La idea del pelado dominguero manoteando el Navarro Correas para el almuerzo con el hijo y la nuera, la posibilidad de enturbiar mínimamente la belleza de ese encuentro familiar con mi moco, me llenó de dicha. Así que estaba casi decidido cuando entré. Mas lo primero que vi al ingresar fue... un canasto con libros. Y pense: “nooooo, en un libro jamas, ni loco!”. Pero... ¿ustedes han notado que clase de libros hay a la venta en un supermercado?. Hay que decir que sobraban ejemplares candidatos a un moco.
La primera opcion -que descarté por obvia- fue el Codigo Da Vinci o cualquiera de sus secuelas. La verdad que estaba dificil, me costó decidir, pero solo hasta que visualicé a mi candidato, ahi ya no hubo dudas ni marcha atrás. Un librito nuevo de Jorge Bucay (al menos nuevo para mi) en el que cuenta (o transcribe) conversaciones con sus pacientes (o el público de sus programas, no me quedó claro). Al abrirlo al azar, apareció providencialmente una página que separaba una sección de otra, así que, en ese considerable espacio blanco lo pegué y aplasté bien aplastado.
La primera opcion -que descarté por obvia- fue el Codigo Da Vinci o cualquiera de sus secuelas. La verdad que estaba dificil, me costó decidir, pero solo hasta que visualicé a mi candidato, ahi ya no hubo dudas ni marcha atrás. Un librito nuevo de Jorge Bucay (al menos nuevo para mi) en el que cuenta (o transcribe) conversaciones con sus pacientes (o el público de sus programas, no me quedó claro). Al abrirlo al azar, apareció providencialmente una página que separaba una sección de otra, así que, en ese considerable espacio blanco lo pegué y aplasté bien aplastado.
Y está bien.
Así da gusto ir al super.