31.1.07

dieta y libros

Estar a dieta es un lujo estoico. Es una maravilla. Cansado de comer solo lo saludable y poco calórico, los pedacitos de jamón en una ensalada de hojas verdes me dan tanta alegría que me siento tentado de llorar. Casi lo haría algunas veces, si no estuviera en el trabajo. Hacer dieta es extraordinario, ser estoico lo es, si uno se lo puede permitir. Hacen falta determinadas condiciones socieconómicas, claro. Yo las reuno. No es para cualquiera esto de disfrutar de privaciones programadas.
Ni hablar de lo bien que se siente uno cuando además va al ginmasio. A comprar cansancio, lei por ahi en un libro de un marxista argentino que me aburrió. El cuerpo está delgado y algo (no demasiado) musculoso. Comienza a parecerse a la divina proporción, pero con solo dos brazos y dos piernas, por suerte. Y para mejor, funciona bien: agil, elástico, sin dolores: La piel está mas suave, menos grasa, por comer sano, tersa, ciñéndose al músculo abombado por el ejercicio.
Además dejé de fumar, asi que ya no me agito en las escaleras.
Igual hoy rompí la dieta, y que lindo es hacerlo disciplinadamente, en ocasiones expresamente pautadas. En uno de esos restaurantes españoles de Avenida de Mayo (es desagradable el vocablo “bodegón”) compartimos, Julia y yo una tortilla casi del diámetro de una pizza (bien babé, con chorizo colorado, obvio) un abadejo grillé importante. También nos sirven una ensalada que condimentamos y luego ya no volvemos a tocar.
Y si uno se colma de felicidad con los pedacitos de jamón en la ensalada, imagínense con esto. No hay palabras. Sonrisa boba de felicidad sin dobleces, lo explica todo perfectamente.
Vuelvo al trabajo caminando, siempre por Avenida de Mayo, atontado por la comida copiosa, por las escasas horas de sueño de la noche anterior, por la copita de jerez del principio y la licor de la casa del final. En una librería me compro uno de Sharpe, no se bien para que. En otra “Los relatos”, de Giuseppe Tomasi de Lampedusa. Me hubiera comprado tambien “Los miserables” en cuatro polvorientos tomos, pero pensé en cuando carajo tendría la paciencia de releerlo, y en el precioso lugar que ocuparían esos cuatro mamotretos en el departamento, y lo dejé.
A propósito, la lista de pendientes ya me da miedo, a veces tengo pesadillas en las que me muero (o me quedo ciego) sin haber leido siquiera los que, en la espera, son prioridad, a saber:
Pastoral Americana, de Roth
La rebelión, de Roth
V. y Arco iris de Gravedad, de Pynchon
Carpe diem, de Bellow
Servidumbre humana, de Somerset Maugham (¿Somerset es nombre o apellido?)
La edad de la inocencia, de Warthon
Menos que cero, de Easton Ellis
Quid pro quo, de Bufalino
Atentado, de Nothomb
Los siete pilares de la sabiduría, de T.E Lawrence
Absalom, Absalon, de Faulkner
La muerte en Venecia, de Mann
Imposturas, de Banville
Narrativa breve completa, de Gallardo
Las correciones, de Franzen

Y hay algunos otros que ahora, haciendo la lista de memoria, se me escapan. Quiero otras vacaciones mas para leer todo el tiempo, y no en los ratos que le rasco al día.

Hago una pausa para un café, releo lo escrito y me digo que despues de tanto tiempo sin pintar por mi blog, podría haber intentado postearalgo mejor. Pero no me sale nada. Nada de nada. Admito que soy un boludo feliz sin tema de conversacion. Esto es por estar nomás.
Y aprovecho para decir que el libro de Banville que casi estoy terminando (El intocable, que compre gracias a la reseña que hizo Quintín en su blog) es magnífico, lo mejor que lei en el año. Bueno, no es mucho decir, recien estamos en enero. Apenas puedo compararlo con un puñado, que a falta de algo mejor que hacer, voy a enumerar:
Hasta que te encuentre, de Irving (Es dificil aburrirse con Irving, el tipo es satisfacción garantizada, pero este me parecio como una especie de gran refrito del material de sus novelas anteriores)
Santa Evita, de ya saben todos quien (Podría leer casi cualquier porqueria vinculada con Eva -el cuento de Perlongher sin ir mas lejos- pero leer a Tomas Eloy es un fastidio)
La vida exagerada de Martin Romaña, de Bryce Echenique (es divertido, pero se me hizo un poco cuesta arriba por momentos)
Konfidenz, de Dorfman (entretenido, leible)
El abanico de seda, de See (lloré un poco)
Abril rojo, de Roncagliolo (me gustó el final)
Reviso ambas listas y descubro lo obvio. Los que tengo aun para leer son en promedio mucho mas interesantes que los que lei ultimamente. Lo que me indica que quizá debería seleccionar con un poco mas de juicio mis lecturas y no dejarme deborar por ese afán de leer todo lo que cae en mis manos prestado o comprado en oferta.
En fin, esto termina con un ejercicio involuntario de introspección (por llamarlo de algun modo), aburrido e inútil para quien entre a este blog, algo fructífero para quien lo escribe.