16.4.07

gomitas

Quedo con la clienta en que nos encontramos a las ocho y media en la puerta de los tribunales. Allí estoy yo, puntual y prolijo, como es costumbre, a las ocho y veinticinco.
A las 8.35 aun no llegó, asi que la llamo al celular y me dice que está en camino, que viene en un taxi. Me late que voy a estar esperando un fastidioso rato. Acierto.
Quizá sea mejor que advierta ya de entrada que en los ultimos tiempos ya tuve con esta mina numerosas fantasias homicidas. No es que yo esté loco o sea un limado o un imbécil. Ella me da razones, les juro. No se precisar cuales son esas razones, pero hay razones. Por ahi tiene que ver con esa forma suya de hablar , así, a trompicones y atragantandose con las palabras. Habla hasta quedarse sin aire, toma un respiro y vuelve a arrancar. Y dice una cantidad de estupideces sorprendente. Y no escucha nada de lo que uno le dice. Y corrige sistemáticamente todo lo que está bien. Y hay que empeñarse sistematicamente en convencerla de no hacer lo que no le conviene. Y eso, les juro, te deja agotado. Te deja agotado aunque seas un tipo paciente, razonable y civilizado como lo soy yo. Te deja agotado aunque en algun momento de la conversación con la mina pongas la cabeza en piloto automático y dejes de escucharla y le digas todo que si. Te deja agotado aunque no pares de recordarte que no la podés mandar a la mierda porque es amiga de la familia y todo eso. Te deja agotado, man. Agotado.

Bueno, es una linda mañana lluviosa hoy, asi que ando con paraguas, uno de esos paraguas elegantes, largo y fuerte. Punta de metal. Mango de madera. Asi que no es muy dificil entregarse a ensoñaciones. Que le saco un ojo con la punta (o le atravieso la garganta, que joder). Que le rompo la nariz con un golpe seco del mango, la trompa llena de chocolate, ja!. Porque encima de que es una vieja de mierda, se permite llegar tarde.

Pero no es solo eso, tambien sucede que, pese a haber salido sin desayunar, tengo unos retortijones que te la regalo. Carajo, me duelen las tripas y me cuesta horrores mantenerme derecho. Asi que alterno, de a momentos me imagino degollándola o dándole patadas en las costillas, de a momentos un estremecimiento en el bajo vientre me llama a la realidad. Y asi.
No quiero pensar mas, ni en la vieja ni en las tripas. Asi que me paro en la puerta y miro a la gente. El policía de la entrada, los que salen a la calle a comprarse puchos, los correos de tribunales metiendo los expedientes en bolsas para que no los agarre la lluvia.

Y pasa un muchacho, está comiendo unas gomitas tipo Yummy. No se si las gomitas Yummy todavia se fabrican, pero si no son Yummy le pega en el palo. Y al lado suyo va un perro (primero me pienso que es del pibe, pero lo miro mejor y se nota que es un perro callejero), que se detiene cuando el pibe se detiene, que se pone en dos patas a esperar cuando ve que el pibe, parado en medio de la vereda, se pone a hurgar en la bolsa de gomitas. Y el pibe revuelve la bolsita, supongo que para darle una gomita al perro. Y parado ahi, ensimismado, revuelve la bolsita como por quince segundos (y yo supongo que trata de elegir la que menos le gusta, total, que carajo sabe el perro)
Pero el muy hijo de puta, el reverendo conchudo, elije una gomita naranja, se la come y sigue caminando lo mas pancho. Y el perro que se cague. No les puedo explicar la cara del perro, pobrecito. Mi primer impulso es rajarle un paraguazo al muy pelotudo. Pero me parece mas sano ir al quiosco de la esquina y comprar una bolsa de Yummy para el perro. Lo llamo al chucho y me sigue, seguro que está acotumbrado a la gente. Aasi que compro una bolsa de gomitas y un malboro de 10 (son extraños los caminos del señor para hacerte volver a fumar). Le tiro una y la ataja en el aire, bien chucho!, y otra, y una tercera. Pero no voy a estar tirandole una por una las gomitas al perro como un pelotudo. Asi que vacío la bolsita en el cordón para que el animalito se las morfe tranquilo.
No miro alrededor. Si mirara seguramente vería a alguien contemplando con intriga o con sorna como un tipo bien trajeado y de flamante piloto azul, con un paraguas bajo el brazo y un maletín de cuero apretado entre las rodillas, se agacha para darle de comer gomitas de colores a un perro. Me importa un carajo.

Un retortijón me hace acordar para que estoy ahi. Vuelvo a la puerta del juzgado y a la espera. La clienta llega 9 y 10. Creo que hasta me alegro, me dió tiempo para dos cigarrillos.
Suelta unas disculpas y un par de incoherencias, me firma los escritos, suelta un par de incoherencias más, le dejo las cosas para que las presente ella (por hacerme esperar) y me rajo.
No tengo ganas de hacer mi ronda de tribunales de hoy. Necesito un baño. Necesito una libreria. Quiero caminar por Lavalle bajo la lluvia, fumando un pucho, agarrando todos los papelitos de las putas y de compro celulares, escuchando al pasar fragmentos de tango for export.

Es un horror saber que el dia recien empieza.