16.3.07

vecina

Me di cuenta que me encantaba espiar a los vecinos cuando me puse a probar el extraordinario zoom de la cámara de fotos que habíamos comprado para mi suegro. Después, le dimos la cámara y me olvidé del tema por un tiempo. Un día, caminando por Florida, le compré unos binoculares de plástico a un vendedor ambulante.
No esperaba gran cosa habiendo gastado solo diez pesos, me sorprendió que tuvieran semejante alcance. Cuando la iluminación era suficiente, el interior de las viviendas de los vecinos, a cien, doscientos metros de distancia, se veía a la perfección.
Ahí empezó el vicio.
Clara no era mi vecina mas linda, ni se paseaba en pelotas tampoco, pero era la que mas actividad desplegaba tras el ventanal en las horas en las que a mi me quedaba cómodo mirar. Llegaba a su casa alrededor de las siete, y siempre que podía, yo estaba esperándola, fumando en el balcón, con todas las luces apagadas. Cuando notaba que se prendía la luz de su ventana, pelaba los largavistas y seguía sus movimientos mas o menos hasta las 9 cuando, por lo general, llegaba Julia del trabajo.
No es que Clara hiciera nada del otro mundo, es decir, hacía mas o menos lo mismo que cualquiera. Llegaba y tiraba la cartera y sus carpetas sobre el sofá (a veces llegaba quince minutos mas tarde de lo habitual y venía con bolsas del Coto). En general se pegaba una ducha a poco de llegar. Antes e sacaba los zapatos a los tumbos, sin sentarse, y enfilaba para el dormitorio, inasequible desde mi punto de observación. Mientras ella se duchaba (tardaba entre 7 y 9 minutos) yo me preparaba mate (mas para llenar con algo ese lapso breve que para tomarlo).
Y entonces ella salía con la cabeza envuelta en una toalla y el cuerpo enfundado en una bata (a veces celeste, a veces blanca). Se desenredaba el pelo mientras caminaba descalza por el living. Prendía la tele pero no le daba mucha bola. Todavía en bata, todavía descalza, ordenaba lo que había dejado tirado por la mañana, cuando, invariablemente, salía apurada. Una ventana mas chica me permitía seguir sus movimientos también en la cocina. No se preparaba gran cosa para la cena, algunos días se conformaba con una fruta y un yogur (chupaba las tapitas luego de sacárselas, feo hábito). A veces se calentaba en el microondas algo que sacaba del frezzer. Comía también caminando por la casa, plato en una mano, tenedor en la otra (por lo visto no ingería cosas que ameritaran usar el cuchillo). Cuando enfilaba para la habitación o el baño la perdía, reaparecía luego fugazmente para volver a desaparecer... Y así.
A veces pasaba mucho rato en la otra estancia de la casa, a veces yo hacía zapping con otros vecinos. Los días que ella no volvía a dormir me sentía un poco triste, Julia, al llegar me preguntaba porqué esa cara, yo le decía que había sido un mal día en el trabajo (y eso a veces no era falso).
Había ligeras variaciones, claro. A veces no se duchaba ni bien llegaba. A veces no prendía la tele, a veces en vez de andar descalza usaba unas chinelas. Pero en general, la rutina se repetía sin cambios sustanciales.
Una vez (solo una) la visitó un muchacho que ella recibió con un beso en la boca. Se dieron unos besos mas, medio jugando. Luego cerró discretamente la persiana.
Un día hizo algo raro. Trajo, desde la habitación de su depto a la que yo no tenía acceso, primero el CPU, luego el monitor, finalmente el resto de los periféricos de la computadora. La instaló sin demasiado cuidado sobre la mesa ratona. Después desapareció por unos minutos, que yo aguardé en tensa expectación. Cuando volvió a aparecer estaba en bolas y sonreía. Se tapaba las partes con una enorme cartulina desplegada en la que había escrito su dirección de hotmail.
Asi que la agregué al messenger y charlamos, ese día, y también los siguientes. Y ahí supe que se llamaba Clara, y que hacía unas cuantas semanas que sabía que yo la espiaba. Supe también que era contadora, que era de Junín, que al principio le había molestado que yo la mirara sin descanso, que había pensado en hacerme gestos obscenos, o en denunciarme, o en pedirle a su hermano que se viniera específicamente de Ranelagh (que allí vivía) para cagarme a trompadas. Pero que luego no hizo ninguna de esas cosas, y al final se había acostumbrado a representar su rutina para mí, y me dijo que si la repetía de modo mas o menos invariable era porque sabía que yo la estaba mirando.
Creo que nos hicimos bastante amigos, tan amigos como el medio lo permitía. Nunca hablamos por teléfono (ignoro como sería su voz), nunca nos vimos personalmente a una distancia menor que la que separaba nuestros respectivos departamentos (fantaseaba con que un día me la iba a cruzar por la calle o en el super, pero nunca sucedió).

No se bien como es que uno se acopla a esta inercia de las relaciones. Nunca nos molestamos en cambiar la forma de contacto, nunca nos quisimos acercar siquiera un poco más. La alenté a que se comprara unos binoculares ella también, para que me viera mejor. Lo hizo. Pero de ahí no pasamos.
Y por Msn hablábamos bastante. Ella dejó la PC en la mesa ratona nomás, y llegaba, se bañaba y charlábamos, no recuerdo mucho sobre qué, no demasiado de nuestros problemas personales, ni de nuestro trabajo. Tampoco de libros o de cine (ella no leía, yo no miro películas). Supongo que de la vida, de boludeces, queseyó.

Cuando tuvo sus propios binoculares, Clara me seguía mirando incluso después de que llegaba Julia. Me acostumbré a representar una rutina para Clara con mi mujer. Julia, sin saberlo, a la mesa, en la cama o en el suelo, era una compañera excelente para mi humilde performance. Y además... bueno, todo eso era un buen tema de conversación para la sesión de messenger del día siguiente.

Habrá durado así unos seis o siete meses. Habrá ligeros matices. Considero que no vienen al caso.
Y si vinieran al caso, no se que podría evocar. Lo que permanece en el recuerdo es una colección mas o menos regular de situaciones y una serie de imágenes recurrentes. Por ejemplo, no podría afirmar que me acuerdo demasiado del rostro de Clara. Lo que recuerdo mas bien es un par de largavistas flotando sobre unos labios rosados que desplegaban una sonrisa fina y sin dobleces, todo enmarcado en definitiva por una pesada cortina castaña, el pelo húmedo un rato después de la salida de la ducha.
Y eso es lo que hubo nomás, lamento decepcionar a quienes esperaban un gran relato. Hay que decir que la historia prometía, si. Pudo haber sido un gran cuento pero es tan solo una pequeña anécdota, un cacho insulso de verdad. Si fuera un escritor sabría como transformarla en algo más. Pero no lo soy, no lo sé, apenas puedo contar lo que pasó.

* * *

La Semana pasada nos mudamos con Julia a un departamento mucho mas grande. De las Cañitas a Nuñez, un gran cambio. Podría pensarse que es ir a menos, que resignamos zona, pero yo estoy contento. No me bancaba mucho Cañitas y Nuñez, la verdad, es un barrio hermoso, tranquilo.
Y ahora ya me conozco en detalle la abierta vista urbana que me regala el nuevo ventanal, ahora con julia ya probamos y negociamos todas las ubicaciones posibles para los muebles, ya mis padres vinieron de visita, ya inauguramos con amigos que volcaron cerveza, dejaron olor a porro en el sillón y vomitaron en el ascensor. Ahora que estamos instalados, camino por el barrio con una minuciosidad nueva, pensando en como voy a estrenar nostalgia cuando me llegue el momento de dejarlo (esta nueva locación, aprovecho para contarles, es transitoria, hay un inmueble en Almagro que me espera, que promete ser mi morada, yo todavía no se cual es, pero lo hay, les juro).
Y ahora que camino por el barrio pienso en Clara, y me detengo extrañado en otra imagen que, advierto, empieza a ponerse insidiosa.
Porque hace un rato medio que les dije una mentira. Les dije que solo recordaba el rostro de Clara tras los binoculares. Y no es cierto. Ni a palos.
* * *
Del departamento de las Cañitas nos fuimos a las corridas. Contratamos el flete para el miércoles pasado, y el martes a la tarde ni habíamos empezado a embalar.
Les voy a ahorrar los detalles de la noche sin dormir, de las peleas de la madrugada del miércoles por la insuficiencia de cajas y el yo te dije que se nos iba a terminar la cinta ancha. Les voy a ahorrar asimismo el lirismo pelotudo alrededor de las níveas partículas de tergopol que se escapaban del puf, del paisaje desolado de las cajas apiladas y los estantes vacíos, del sabor amargo que deja irse.
Pero banquen que les cuento esto:
Antes de guardar los largavistas en una de las cajas los apunté, como es lógico suponer, a la ventana de Clara. Y estaba Clara, a las tres de la mañana, descalza pero vestida de oficina, sentada sobre la la mesa ratona, y mirando hacia la nosotros, hacia el sillón sin funda y los foquitos sin lámpara. Contemplaba, estática, la actividad febril de la mudanza.
Y en eso bajó los binoculares. Y tenía la trompa hinchada, los ojos marrones llenos de lágrimas. Y esa es la imagen que me persigue ahora por las calles de Nuñez.
Vengo del locutorio.
Hace un rato, casualmente, la desadmití del messenger.

19 comentarios:

Gatubellita dijo...

Siempre te leo, me gusta mucho lo que hacés. Te mando un beso.

Rogelio Ferreyra dijo...

Viendo que posteas mas o menos una vez por mes, me alegro de haberte encontrado a esta altura.

Anónimo dijo...

Muy buena historia.. tenía curiosidad por cómo iba a cerrarla, y la verdad es que el final me pareció perfecto. Saludos!

Vir dijo...

Ya está. Me aboné. Lo tuyo está muy bien.

absurda y efímera dijo...

Simplemente, genial. Me hiciste acordar a una película de Kieslowski (sí, el mismo que hace pelis sobre dos posibles realidades y bla bla)

"Una historia de amor", se la recomiendo.

Santiago dijo...

qué historia! muy visual... me gustó

saludos

Ruth dijo...

Fafa, al final usted no es tan bueno, qué es eso de andar espiando a los vecinos, eh!
Hablando en serio, más allá de cómo está contada la historia ( muy bien, como siempre), lo que más me llama la atención es la manera en que, de pronto, "espiar" ya no es una actividad condenada y condenable, sino una forma de vida no necesariamente "insana". ¿Qué diferencia hay entre mirar para adentro y detenerse en las porquerías de la casa de uno o mirar para afuera y ver las del vecino de enfrente? ¿por qué uno no podría "encariñarse" con las rutinas de otro?

fafa dijo...

Eso!

Anónimo dijo...

Qué crueldad! Quedé profundamente conmocionada por el dramático final. Fafa me parece que se te fue la mano.

Nunca se había visto eso de espiar a los vecinos. Debe ser otra consecuencia de la posmodernidad: el chusmerío.

Anónimo dijo...

¿qué hay de malo en espiar a los vecinos? Nada. Todos en alguna forma desplegamos una performance para la ventana indiscreta. Taparse pudorosamente al pasar por la ventana no dista mucho de pasearse semidesnudo. Vivir en una ciudad cómo esta implica entregarse al juego del ojo omniciente.
Bravo Fafa, deje la paja y escriba más seguido.

Anónimo dijo...

fafa me parece a mi o últimamente estás un poco lacónico?

Anónimo dijo...

nispero tu nick tiene algún significado especial?

fafa dijo...

si

Anónimo dijo...

puedo preguntar a que se debe?

fafa dijo...

si, podés. dentro de un rato lo voy a explicar

Anónimo dijo...

THE NÍSPERO

Anónimo dijo...

muy buen relato. Marcelo

Julia dijo...

es la priemra vez que entro y veo a Julia. Cómo me gusta el nombre julia!

Aún no entiendo muy bien lo que pasa. Ya me pondré al día.

Saludos!

Nati dijo...

Una amiga me recomendó este blog (no sabe ni como lo encontró, pero no viene al caso...), pensó que me iba a gustar y la verdad se quedó corta porque tu blog ME ENCANTA! Tengo que felicitarte por la forma extraordinaria en que escribis, atrapaste completamente mi atención. La verdad me da un poquito de envidia como escribis!
Y si realmente no sos escritor deberías considerarlo, yo leería tus libros con gusto!!
Natalia